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Fuente: pictakersv.files.wordpress.com. |
Me siento como un bufón cuando lo
miro de reojo. Él también lo hace, pero lo disimula con su celular. Recuerdo
que antes era yo el que esperaba, pero de eso ya hace mucho. De cierta forma lo
estoy haciendo ahora, pero ya no me corresponde hacerlo.
Su camisa rayada es bastante
bonita. Su pantalón beige a la medida y un llavero de metal enganchado a su
bolsillo se ve elegante. Sus zapatos marrones son como nuevos y ni qué hablar
de su reloj de eslabones plateados.
Espero no desentonar con mi saco
blanco, pero bueno, al menos combina bien con mi camisa negra. No creo que sea
de la misma calidad que la de él, pero sí que nos hemos esmerado en lucir bien.
Es como si mi respiración
produjera un escándalo. ¿Qué más puedo hacer frente a él? El ramo de rosas que
llevo se siente tan pesado como si cargara un cadáver conmigo. Esto me
evidencia, me delata y produce conclusiones en cualquiera que me vea.
II
Sigue ahí, con el mismo tic de su
pierna. Tiembla y tiembla como si quisiera ir al baño o será porque está
apurado para que salga. Su saco blanco no se ve tan mal, debo admitir que se ha
vestido muy bien, pero cada vez que nuestras miradas chocan, es como si
quisiéramos ver al otro distraído… Sin embargo coincidimos de manera tan
infantil.
Esas rosas que lleva no me
agradan. Debe seguir albergando ilusiones, definitivamente debe ser eso. Algo está pasando para que éste compre
esos detalles. Nada justifica esas sutilezas. No cualquiera lleva consigo esos
regalos haciéndolos pasar por una tarjeta de felicitaciones. Hay una enorme
diferencia entre una pulsera y una cadena. En este caso, de una flor y unas
rosas.
Si le hablo, ¿qué me dirá?
Además, qué le puedo decir, “¿te gustó el acto?” Me dirá que sí y después el
silencio para que hable yo, después me contestará con monosílabos y seré el que
deba siempre decir más de tres palabras juntas mientras se lo dejo más y más
fácil. De cualquier manera, ¿por qué debería hablarle?
III
Siento esto más pesado. Me delata,
me deja al descubierto, desnuda intenciones que ni siquiera he pensado. Estoy
haciendo el ridículo ¿Qué iba a saber que vería la puesta dos veces? Uno de
nosotros sale sobrando aquí…
Sigue con el celular, pero se le
escapa una que otra mirada. Me lleva como dos cabezas, sus ojos son serios, su
rostro duro y sus facciones bastante toscas. Tiene cara de malo, su frente se
le arruga y su pelo es como una coliflor.
Respira como si fuera un búfalo.
No sé por qué creo que en cualquier momento me preguntará algo. Las rosas
parecen una alarma y el celofán cruje de manera tan escandalosa ante este
silencio. ¡Qué silencio tan desesperante! Tal vez habrá un problema.
IV
Y ahí está; solo mira y mira. Es como si le fascinara estudiar el entorno.
Noto cierta torpeza en él. Debe ser un tipo muy nervioso, pero percibo una
maligna sagacidad que no me agrada. Creo que en cualquier momento soltará un
grito violento como loco; lleno de frustración. No lo culparía por sentirse frustrado.
Escuché que tiene refinados
gustos de los cuales, en puntuales situaciones me los hicieron saber como una
molestísima anécdota, solo podría rescatar el de las rosas, porque después, me
parecen exagerados. Tiene la cara demacrada, sin embargo está tan lúcido como
para estar inquieto.
Debe estar atragantándole algo que
lo va hacer explotar. A lo mejor tiene ganas de generar pelea. Pero para eso se
necesitan dos, no me interesa enfrascarme en algo tan innecesario. Debe saber
que desde el momento en que compró eso, ya perdió totalmente. Lo sabe, solo
que…
V
El maldito celofán cruje demasiado,
aun cuando respiro. Han pasado tres minutos es como si hubiera sido tres horas.
Hasta puedo escuchar los tic tac de nuestros relojes. Si hablo, a lo mejor me
mirará con ese gesto de asco que cualquiera pondría en su lugar. Yo lo pondría,
creo que sí. ¿Lo pondría?... Lo pondría.
Menudo momento incómodo en que
coincidimos para conocernos al fin. Mira dónde venimos a estar. Aquí al lado…
Querrá pegarme si hablo. Se le nota en la cara que está esperando lo mínimo
para mecharse…
VI
Si le hablo será capaz de lanzar absurdas
palabras, así que mejor dejo que su propio bochorno termine por acabarlo. ¿Y si
no? Tengo confianza, pero no me agrada tenerlo acá. Me arruina la noche. Voy a
dejar el celular, ¿para qué perder el tiempo? Ya veré qué hace si cruzamos
miradas sin muros ni trabas.
A ver si me equivoco o tengo
razón. Como veo las cosas, se sentirá tan comprometido a decir algo ante mi serenidad
al enfrentarlo que inmediatamente tendré el entorno dominado. Estará pisando mi
terreno, mi lugar. Deberá mover su ficha y cuando lo haga, no me sorprenderá,
ya que será él quien deba soportar mis monosílabos.
Bien. Tengo todo previsto. Ahora
nada nos impide hablar. ¿Qué vas a hacer? ¿Hablarás? ¿Mirarás al vacío
abochornado? ¿Clavarás tu vista al piso como niño castigado?... Su pierna ha
dejado de moverse y su respiración hace crujir el celofán. Se ruboriza, parece
que no puede evitarlo.
VII
Guardó su celu, a lo mejor quiere hablar. Debo relajar mi cara, ya que lo
peor sería mecharnos por un mal entendido.
¿Debería hablar primero? ¿Debería? ¿Y qué le digo? ¿Y si no me responde? A lo
mejor me manda a la mierda.
El pata me pone nervioso. Tiene la cara tan seria que si se riera se
lastimaría. Si la cosa se pone fea, caballero nomás, las rosas pagarán… Si le
hablo, tendré que ser claro, que no parezca que le quiero ver la cara, eso le
reventaría.
VIII
…
IX
-Estuvo bien.
-Lo sé.
-Debe estudiar mucho…
-¿Qué?
-Me refiero, a prepararse porque…
-¡Sí! Lo hace.
Silencio, más silencio. El crujir del celofán estropeaba el silente
santuario bañado de luz blanca.
-Ya es tarde…
-Iremos a cenar.
X
-¡Chicos!
Su sorpresa casi podía tocarse. Llevaba un maletín, una vincha, una
chaqueta negra, una blusa blanca que hacía juego con sus zapatos del mismo
color.
-No me tardé mucho ¿no?
-No.
Reaccioné y le di el ramo: “Esto es por tu genial actuación. Buen
trabajo”. Dubitativa, lo acepta pero con desconfianza. Su “Gracias” fue
tímido pero firme. Creo que tienes planes, murmuré. Pásala bien, disfruta tu
gran triunfo. Gracias por el buen rato.
-Gracias a ti por venir. Bonito
saco.
Aunque, a lo mejor ni se lo
esperara, le estiro la mano. Me la aprieta y cuando le sonrío no me rompe la
cara, solo me recibe el gesto con ganas de que me largue. Seguro cree que me
burlo de él, pero no iba a irme sin despedirme.
Después de eso, me acerco a ella,
le beso en la mejilla y creo que soy imprudente cuando la tomo del cuello con
la palma de mi mano. Me voy y no miro atrás.
XI
-Están muy bonitas ¿no crees?
Levanto una ceja ante lo dicho.
La miro intentando no mostrarle gesto alguno. Percibe lo innecesario e
imprudente de su comentario. Noto su seriedad, se planta delante de mí con
mucho histrionismo y prepara su cara de desafiante indignación.
-¿Qué pasa?
-¿Tenías que invitarlo?