Todo lo demás, es un sueño...

Todo lo demás, es un sueño...
...sueña que es cierto

viernes, 17 de febrero de 2017

¿QUÉ VAMOS A LEER?: Secretos de alcoba


Voyerista: Persona que disfruta contemplando actitudes íntimas o eróticas de otras personas. Según la definición de la Real Academia, podemos concluir el contenido del título El motel del voyeur (Alfaguara, 2017), escrito por el gran exponente del nuevo periodismo Gay Talese.

Este libro adictivo y atrapante tiene la mezcla de novela erótica, de no ficción y reportaje al más alto estilo del autor quien ya es todo un referente consolidado del periodismo narrativo en nuestros días. Conocido por sus obras que tienen como protagonistas a personajes reales y con una concienzuda investigación, Talese es precedido por su reputación que fue determinante para que este libro vea la luz, recién casi cuarenta años después.

El protagonista –o mejor dicho, el proveedor- es Gerald Foos, dueño del motel Manor House desde mediados de 1960 en Denver (Colorado), quien le envía una carta anónima al periodista en la cual le revela su secreto y una interesante oferta:

Acondicionó el techo de su motel con unas rejillas para poder ver a través de ellas a sus clientes y poder atestiguar de primera mano sus conductas y, tras haber documentado cada avistamiento por más de 15 años sin haber sido descubierto por nadie, le ofrece sus diarios para que pueda emplearlos como material para un nuevo proyecto, bajo la condición que no revelase su nombre.

Fuente:www.abc.es

Es en este momento donde nos abrimos paso a la interesante historia de las cavilaciones de Talese por aceptar dicho ofrecimiento, a pesar que él jamás escribiría algo sin emplear nombres reales. Se debate el dilema moral o la mera experimentación científica del comportamiento humano bajo la premisa del mismo Foos en sus anotaciones en que sustenta que, si bien es un hombre que le llama poderosamente la atención cómo son las personas en la intimidad de sus habitaciones, es un hecho que, a pesar de los tabúes, nuestra naturaleza tiene siempre algo de voyeur.

Aquí se despliega a detalle el acondicionamiento del falso techo que empleó como observatorio y sus apuntes meticulosos de los hábitos de sus clientes. Estos registros no solo son ricos en el aspecto erótico, sino también en lo social, ya que en su fetichismo, Foos sacaba conclusiones que iban más allá del morbo, sino dignos de un proyecto de sexología profesional.

Avistamientos de parejas jóvenes, maduras y hasta lisiados de guerra y sus prácticas. Las complejas relaciones matrimoniales y sus fachadas ante los ojos públicos se despedazan al cerrarse la puerta del dormitorio nos carga de pesimismo.

Se evidenciará en los registros, a través de las conductas, los cambios en la sociedad norteamericana como la revolución sexual de la década del 70’, el rompimiento de los tabúes interraciales y, hasta la doble moral –no solo sexual- del ciudadano de ese país, que el propio voyeur calificará de decepcionante y total pérdida de la fe por las personas.

El motel del voyeur es un libro cargado de vigor sexual, historias sin ningún pudor que nos trasladan a los estrechos conductos en que se deslizaba el autor de las notas, su vida personal, su infancia rural en que podemos conectar diversos aspectos que pueden construir aquella fascinación que para muchos puede significar como una ‘perverción’ y a la vez es también una crítica a la sociedad, al mundo actual y darnos cuenta que es un instinto común –en mayor o menor grado- del ser humano el querer mirar. Hoy en día tal vez nada nos sorprenda, sin embargo aquí obtenemos algo que muy difícilmente tendremos: la vista de cómo son las personas cuando nadie los ve –o creen que nadie los ve-, no obstante el mundo ha cambiado al igual que las rutinas en el dormitorio (o tal vez nunca cambiaron y siempre se quiso ocultar).  


*Hay una reflexión interesante en que la gente se puede ver ofendida si descubre que los espían en su intimidad como lo hiciera un voyeur, sin embargo hoy en día vivimos con cámaras en todas partes justificando su existencia y tolerancia en haras de la seguridad. 

miércoles, 15 de febrero de 2017

EL ESCRITORIO PERDIDO: Soledad

Fuente: rodrigogurgel.com.br

Nada podemos hacer aislados. Aunque digamos que nos gusta ser nosotros junto a uno mismo, siempre necesitaremos de alguien más. Instintivamente buscamos la compañía: Caminar con alguien, sentarnos con alguien, comer, beber, sonreír y hasta discutir. Para pelear se necesitan dos. Y pelearse consigo mismo no resulta tan satisfactorio al final del encuentro.

Pero a pesar de que inconscientemente queramos escapar de ella, siempre terminamos buscándola: La soledad. Hay trabajos que requieren indispensablemente de aquel ingrato ingrediente. La realización de diversos emprendimientos necesita de la soledad para poder llevarse a cabo satisfactoriamente.

El oficio de escribir no requiere del más absoluto silencio, del confinamiento voluntario a una cárcel sin puertas traseras. La creación solo necesita de una sola persona: Uno mismo. En ese momento sí que soy yo, junto conmigo y nadie más.

Es, sin duda, el trabajo más solitario que pueda existir y aunque me puedan enumerar otros; al final solo soy yo junto con mis fantasmas; aquellos viejos conocidos que esperan dormidos hasta ese momento, hasta el justo momento en que decido soltarlos, el momento en que me sirven: El dolor, la vergüenza, la frustración, la cólera, el temor… se vuelven letras. Amasijo para personajes tan imperfectos como el creador para poder contar una historia.

Una catarsis sin sentido porque si no escribo para mí, para otros, para algunos o para nadie, ¿por qué lo hago? Novelas llenas de fantasmas que tienen mi ADN, mi propia cólera como sello y mis añoranzas licuadas páginas por páginas con ideología propia haciéndola valer como norma de vida solo porque la realidad es la máxima justificación para la ficción. Jamás la ficción será más que la realidad, porque ésta última es mucho peor e impredecible.

Cuentos y relatos que mueven personajes que no son otros que yo mismo, aunque quiera disfrazarlos con otras ropas, ponerles otros nombres, teniendo otro sexo, otras ideas… Siguen teniendo mi mismo ADN. Todos son yo. Es más, yo los creé, yo decido [o creo hacerlo] qué hacen, qué les pasa, cómo reaccionan, cómo piensan… Por un momento, muy muy blasfemo, soy un dios. Y al mismo tiempo no lo soy, porque ellos siguen siendo yo… no creé nada.     

Pero por más mundos que pueda recrear, describir, dibujar con letras o copiar, no habrá más que la oscuridad y el eco del teclear. Solo soy yo conmigo mismo. No hay profesión más desoladora que escribir, ni empresa más solitaria que el leer.     

Cuando leo dejo de ser yo. Desaparezco, casi igual como cuando escribo, y me dejo conducir por un río movido por una voz e intelecto totalmente distinto al mío. Él, aquel autor, me cuenta una historia. No importa que tan corta, extensa, cuántos tomos tenga. Aquella nunca dejará de ser una historia. Desde “había una vez…”, hasta lo más elaborado, todo es igual… Y no cambia en absoluto el hecho que él, aquel autor, está tan o más solo como lo estoy yo cuando escribo [en este caso leo].

Si somos seres que comprendieron que como tales, no podrían sobrevivir solos, ¿por qué buscamos la soledad? Será la infantil idea de añorar algo que, muy en el fondo sabemos que es una ilusión. Leemos y nos encerramos en un paraje de libertad multidimensional, testigos de un concepto maravilloso cuyo requisito sería, únicamente el silencio. El silencio y nosotros mismos, nada más. Pero es una ilusión, porque luego tendremos que cerrar el libro: Romper –queramos o no- el candado. Y bajar del carro, avión, entrar a trabajar, a la oficina, a dormir, a clase, etc.

Entonces, ¿qué tanto nos puede agradar la soledad? ¿Por un rato nada más? A veces queremos estar solos, que nadie nos hable, nos mire. Que nos ignoren, ser invisibles. Pero eso no durará mucho tiempo. Ni cuando leemos y ni cuando escribimos. Pero cuando escribo soy libre. Libre de ser yo conmigo mismo. Y abrazo la soledad, la invito a pasar. El ruido de la soledad es el perpetuo combustible para crear. Solo son mis personajes y yo… En otras palabras yo conmigo mismo y nadie más.

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