I Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero,
Porque sabemos que lo pasado, pasado está, pero su huella nos ha dejado una cicatriz, como las que tenemos en alguna parte del cuerpo. No duelen, pero están allí y al verla, recordamos. Recordamos, vivimos y sin querer, vuelven los fantasmas, las inseguridades, los rencores, las frustraciones… el miedo a tomar decisiones…
Y es cuando vemos luces a lo lejos, tan cálidas, o por lo menos nos ofrecen su calor y protección… pero los recuerdos de aquellas cicatrices nos obligan a desdeñar sin compasión el refugio que divisamos de lejos.
¿Es porque somos malos? No. Es nuestro dolor, que por autoprotegernos, lastimamos sin querer… ¿Somos malos? No. Es que sabemos que debemos tomar una decisión que nos pueda hacer feliz, solo que los recuerdos que azotan nuestra memoria nos atan al temor del tropiezo… ¿Lastimamos antes de ser lastimados? Claro, ¿y eso es porque somos malos? No, rotundamente no.
Nos defendemos para no volver a llorar y sin querer, convertimos a los demás en eslabones de dolor que adornan nuestra cadena de temores… ¿Por qué hacemos mal, cuando sabemos que debemos hacer el bien? Para protegernos, para no demostrar debilidad o fragilidad… o para no volver a ser frágiles…
Escapar de las penas, buscar cariño, a pesar que otros salgan lastimados, pero lo que queremos es ser amados. ¿Por qué lastimamos entonces a quienes nos aprecian? Porque hacemos el mal sin desearlo solo por defendernos… Por eso no hacemos que queremos, sino lo que no queremos…
II Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí,
Mi sonrisa se torna una coquetería a mi fragilidad, que la tiento, me burlo de ella para demostrarle que puedo superar mi tristeza pero… No hago lo que quiero, porque lastimo a quienes me hacen bien, porque lastimo a los que me ayudan, porque lastimo a los que me aman… Y todo ello porque en mí habita algo: llámese pecado, miedo, rencor o autoprotección…
No hago lo que quiero, por temor al tropiezo, no hago lo que quiero porque en mí hay algo que me incita al mal… Me miran y me juzgan, sin saber que dentro de mí hay un grito que clama por comprensión… Pero para no sufrir, quiero aparentar alegría, a pesar que lo que haga provoque malestar a otros… Pero no quiero hacerlo…
Hay personas que no quiero lastimar, porque sé que hay algo en mí que sin querer lastima, por eso prefiero mantener al margen a los que me aprecian y a los que aprecio para no lastimarlos por ese “algo” que habita en mí…
Han pasado cosas que no he hecho bien, he lastimado y me han lastimado, pero no quiero dañar a los que me aprecian de verdad para no estropear la amistad, pero siento algo más allá de la simple afinidad, solo que… solo que no debo seguir, porque sé que podré hacer el mal, NO PORQUE YO QUIERA, sino por que ese ‘algo’ que mora en mí lo hará…
Y antes que ese ‘algo’ lastime, prefiero alejarme… pero no puedo, no puedo hacerlo. Por eso prefiero estar con los que me aprecian, tenerlos cerca, porque me brindan calidad y comprensión a pesar que saben que tengo ese ‘algo’ que me incitan a hacer mal… pero aún así, siguen allí… siguen allí y eso alegra mi vida, me llena de tranquilidad…
III Así encuentro esta ley: Aunque quiero hacer el bien, el mal está en mí.
Quisiera brindar tanto de mí, pero sé que por mi volubilidad, las cosas no funcionarán, pero sé que hay algo bueno en mí, pero así como bueno, también está el mal, como en todos… ¿Todos somos malos? No. Sabemos qué debemos hacer, qué es lo bueno para los que amamos, pero sin querer hacemos el mal…
¿Por qué hacemos mal queriendo hacer bien? Por temor, por miedo al cambio, por desconfianza a lastimar por ese ‘algo’ que nos impulsan al mal… No queremos hacer mal, pero aun así lo hacemos, y no por ser malos, solo que el sufrimiento nos ha adoctrinado a defendernos con golpes y puñales…
Lo que unos nos hicieron, nosotros lo hacemos con otros… ¿Es por maldad? No, es porque no nos damos cuenta, por eso preferimos alejar de nosotros a los que nos aprecian por no hacerles el mal involuntariamente, pero no podemos alejarnos del todo porque vemos sinceridad y bondad…
Añoramos la luz, pero por el afán de no contaminar esa luz con nuestra debilidad, optamos por mantenernos a distancia, a pesar que preferimos sentir su calidez… Gracias por comprendernos, PORQUE HACEMOS EL MAL SIN QUERERLO, YA QUE NOS HAN GOLPEADO TANTO, QUE QUEREMOS GOLPEAR ANTES DE QUE NOS LO HAGAN OTRA VEZ… pero sabemos que ALGO nos impulsa a hacer el mal… El mal que NO QUEREMOS DAR…
Romanos 7, 19-21