Dirán que somos perdedores, tal vez tengan razón. Nos acostumbramos a perder tanto, que el destino parece jugar en contra nuestra también. La Argentina del "Diego" se enfrentó al Perú... ¿De quién?; ¡A sí!... Del "Chemo". Un partido en tierras gauchas de pronóstico "reservado" para ilusionarnos otra vez, para variar.
Sin ser mezquino con el equipo, diré que tienen ese "algo" que siempre nos ilusiona. Para después, destrozarnos el alicaído ánimo que tanto costó producirnos. Somos masoquistas al ver los partidos de la selección, -eso dirán unos- somos unos degenerados al ver el juego cuando a Perú le han anotado un tempranero gol. Pero justifican nuestro enfermo hábito ilusionándonos con un empate que ni ellos lo creen, para después en un descuido dejarse ganar.
El pasado nos sonrió, pero nosotros queremos creer que nos sonríe aún. Quiero decir que; no hay peruano que no haya visto los goles de Cubillas, Uribe y Ramírez en la "Bombonera". Es que, ¿De quién más vamos a ver los goles que sí valieron?, ¿De Pizarro? ¿Para qué valen, acaso nos mandan un bono desde Alemania por cada tanto suyo?, ¿Los goles de la "Foquita" nos llevarán al mundial, desde Europa? Y no hablemos de "Paolín" porque sino nos dará una gastritis. ¡Oh salve al "Loco" de Italia¡ , que, si bien no es delantero, suma más goles en eliminatorias que los ilustres ya mencionados. ¡Por qué no fuiste delantero, si siendo defensa eres goleador!
Maradona, con su Messi, Mascherano y tanta "M" que significa la Argentina, no se intimidó ni con la presencia de "Cachito" Ramirez; que pareció regresar en el tiempo para volver a ser verdugo, lo cual, por un segundo se cumplió. Luis Ramirez tuvo la calma para centrar en jugada continua, en el área contraria para que Rengifo anote y nuevamente sea considerado como referente en el área.
Por un momento pensé que vería por primera vez, a un Perú destrozando sueños mundialistas a la pesada Argentina. Me equivoqué. Los gritos míos se ahogaban en la lluvia torrencial que los once peruanos soportaban. Los gritos míos se apagaban cuando los tímidos jugadores vivieron la historia de toda su vida: Un gol de oro, en contra. Deberé resignarme a seguir viendo los goles de la Bombonera del 69 y las criolladas de Roberto Challe y Perico León.
Perú jugó con once. Argentina con trece. El simple 4-4-2 del "Diego" estaba apoyada con el "12" que era la hinchada incesante -hasta ahí estamos bien- y para terminar la suma, tenían un infiltrado boliviano con corazón más Argentino que la parrisha. Indignante suerte la de nosotros, los sufridos de América, me refiero al árbitro René Ortubé. El regordete hombre con nombre de Muppet, no tuvo nada de gracioso al ignorar dos penales que hubieran cambiado la historia. Por suerte era el último arbitraje de su carrera.
Somos tan piñas, que el fuera de juego de Palermo valió un bledo, una anécdota, un casi consuelo para nosotros y un monumento para el goleador de Boca en su país. Pero seamos francos, es Argentina. El animador de todo mundial. Un mundial sin Argentina, ¿Para qué verlo? Hasta con la mano, si anotaba el gol con un mate rompiendo la "ned", obvio que debe ser válido, ya que, después de todo: Su camiseta es una adidas albiceleste campeona mundial y no una zarrapastrosa rojiblanca marca Walon.
El chorri, con todos sus años, no lo cree. Solano es tan bueno en los tiros libres, como Artubé lo es de árbitro. Leao es nuevamente sacrificado, entregado a los verdugos Higuaín y Palermo. Una eliminatoria más para el olvido. Debe ser así, porque, para qué recordar todo esto; salvo la única victoria contra Venezuela o Uruguay, que poco nos vale, los empates con Argentina, Brasil y Paraguay en Lima. Pareciera, que con los años, se le hubiera consignado; a los árbitros, dirigentes peruanos, hinchas, rivales, FIFA y hasta al mismo clima que contra Perú, el fin justifica los medios, osea: Hay que hacer que pierdan,... aún cuando ganen. Y lo que más duele, es que eso lo construimos nosotros, por nuestra incompetencia y falta de compromiso.
La justificación perfecta. Ya no queda nada más que reconocer que hace años un hada madrina abandonó a Bolivia y Venezuela y "nos hizo el favor" gracias a nuestras quejas e ineptitudes conjuntas. Hizo bella a nuestra selección, pero no por eso triunfadora. Nos hace soñar en imposibles, aunque siempre perdamos el "chimpún" en el momento de pitar el medio tiempo en un partido cualquiera y la magia se termine.
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