Fuente: Grupo Editorial Peisa. |
Escribir es un oficio de soledad igual que el placer de leer, como lo he sostenido en mis notas anteriores, y es en la nueva obra de Fernando Ampuero donde he corroborado ello y, además, sobre la raza de quienes escribimos. En Lobos solitarios (Peisa, 2017), el autor cierra un círculo, hace justicia a la memoria y deja descansar a quienes ya no están y a quienes quiso alguna vez.
A lo largo de sus 70 páginas –no
nos engañemos- las cuales comprenden, según el autor, un cuento largo, traza el
escenario del oficio periodístico en la mítica redacción de la revista Caretas
con todas sus neurosis y mundos torcidos de todos los que son elegidos por el
periodismo.
Es en este ámbito en que
recorremos los pasillos no solo del viejo edificio de la revista sino de los personajes
que trabajan allí. Es aquí donde Ampuero se centra en dos colegas suyos, tan
atormentados, esclavos de sus propios fantasmas y obsesiones: Edmundo y Xavier.
Fuente: Elcomercio.pe |
Ambos mundos, tan dispersos y conflictuados, nos llevan a lo más desgarrador de un ser humano, asimismo haciendo un guiño a la frase que da nombre al libro. A lo largo del relato vamos llevando a cuestas un vacío, un anhelo atado por el arte de la escritura que para muchos es la liberación, pero para estos dos hombres, se convierte en una condena de la que jamás podrían librarse.
Uno de ellos, Edmundo, tras un
periplo por México, se ganó el elogio de nada menos que Juan Rulfo por una
novela que, lamentablemente, se quedó en el olvido en nuestro país. El otro,
Xavier, bajo la excusa de una ambiciosa novela ocultaba una destructiva
soledad.
Un relato que explora los
sentimientos de aquellos que se dedican a escribir o, por lo menos a los que no
saben hacer más que eso. Los deseos, motivaciones y el impulso de hacerlo siempre,
o casi siempre, van de la mano con un oscuro pesar que pocos logran exorcizar.